martes, 4 de enero de 2011

Hace mucho tiempo

Hubo una época hace tanto tiempo que ya ni me acuerdo, donde siendo niño mi vida comenzó a dar sus primeros pasos o yo comencé a dar mis primeros pasos en la vida, léase como más le plasca, he de comentar también para poner al lector al tanto que aun soy chico aunque la mayoría cree que soy grande. Como les iba diciendo, en ese tiempo que era tan perfecto mi edad era muy corta, el tiempo parecía no pasar, el miedo que paraliza no existía, y uno simplemente podía ser, los días se dividian en horas, y estas se diluían en actividades como ver televisión, ir a la escuelas, jugar con barro y autitos, los únicos temores eran el monstruo bajo la cama o hacer ruido en la siesta por que me hacían cagar lo que no dejaba descansar a mi papá, pero todo pasaba sin apuro, con parsimoniosa lentitud dejandonos disfrutar cada momento.
Quien les habla para ese entonces ya dialogaba en ingles, un ingles fluido y comprometido, sobre todo comprometido en que nadie lo entendiera, y era mi vecino don Partucci quién se divertía en escucharme  y por supuesto como el ya era grande y se había olvidado de hablar en ingles yo le traducía,  farfullaba inteligibles sonidos emulando un idioma que luego traducía en oraciones tales como "que bueno que es don Partucci" o "tengo ganas de comer chupetines", comprenderán que cualquiera de estas dos expresiones hechas a los 6 años con mis redondetes cachetes y mis apabullantes charlas ante los ojos de mi vecino me validaban a una moneda para satisfacer mis instintos más bajos... un caramelo o un chupetín, por Dios, que delicia, hoy sigo comiendo esas cosas pero ya no son tan deliciosas, ya no saben a cariño y resguardo, ya no dan sensación de libertad y comprensión, ahora... ahora tan solo es azúcar con sabor a apuro y desilusión mezclado con tabaco y smog.
No crean que mi intensión es crear una escena barroca llena de claroscuros, simplemente el viaje hacia adelante indefectiblemente nos lleva hacia atrás, al inexorable mundo que vivimos y que nos olvidamos de recordar en pos de seguir viviendo para más tarde volver a olvidar.
Pero no crean que esta fue una época apoteótica, también tubo sus tragos amargos, que hoy me doy cuenta el cariño de mis padres y su incesante buscar en ser mejores mitigaron cualquier dolor y sembraron en mi corazón la semilla del amor y grabaron en mi mente el jugar con alegría, el reír con pasión.
Bien, los dejo, me voy a trabajar, volveré a la loca vorágine del hacer diario para poder olvidar lo que fue el día de ayer y pensar en todo lo que me queda por hacer mañana... naaaa, mejor me voy a tomar mate.

No hay comentarios:

Publicar un comentario